Ciencia Contemporanea Teddy, Juan y Mau
miércoles, 9 de septiembre de 2015
Jardines Verticales
En la actualidad, el desarrollo de cubiertas verdes, tanto en muros como techos, es un
componente importante en el desarrollo urbano sostenible, y el paisaje de
nuestras ciudades ha cambiado de forma sustancial, dejando en segundo
plano las cubiertas con acabado de gravas.
Qué factores
podrían insidir en esta problemática y cuáles son los beneficios de las cubiertas
verdes y jardines
verticales a continuación.
La Escuela de
Ingeniería de la Universidad Católica (UC) se encuentra en la etapa final de un
proyecto de investigación que revelará las primeras soluciones integrales para
el desarrollo de cubiertas vegetales, tanto en muros como techos, de forma
sustentable en los edificios de Santiago, a través de la primera iniciativa
latinoamericana de este tipo, el Laboratorio de Infraestructura Vegetal de
Edificios (LIVE).
¿Cuál es el problema que hay detrás de todo esto?
Las
condiciones climáticas de Santiago registradas en el último
año, períodos prolongados de altas temperaturas, radiación solar y escasas
precipitaciones, estaría complicando el desarrollo de muros y techos con
plantas. Los muros y techos vegetales en las construcciones de la
capital utilizan casi en su totalidad (98%) especies foráneas que no se
adaptan, y por tanto dificultan su desempeño y adaptación a las
condiciones de la zona.
"La selección vegetal es
crucial. Lo mismo del sustrato para mantener las plantas y los sistemas de
drenaje. No es algo de jardinería", recalca Vera, quien además recomienda
el "uso de vegetación nativa capaz de sobrevivir al clima de la zona,
tales como la planta "sedum" que se adapta a la sequía, debido a la
capacidad de almacenar agua en sus hojas carnosas, y las "gramíneas",
que presentan una gran amplitud ecológica, ya que se encuentran en las ciudades
y el campo".
¿Cuáles son sus beneficios?
Protección de la impermeabilización o de protección térmica donde la capa de vegetación
amortigua el estrés de temperatura durante el verano y el invierno y las
diferencias de temperatura entre el día y la noche, además de una
protección frente a acciones físicas, como granizo, viento, e incluso
vandalismo.
Aislamiento acústico - reduciendo
la reflexión del sonido y mejorando la calidad de vida de las personas que
viven cerca de aeropuertos, zonas de ocio ruidosas o parques industriales
Reducción del efecto isla calor- a través del proceso de la transpiración y de
humidificar el aire seco, mejorando el clima y el ambiente urbano.
Retención de aguas pluviales- donde los techos
verdes son un instrumento muy importantes en la prevención de inundaciones
locales, reduciendo el estrés en el sistema de alcantarillado
durante el año y en los períodos de precipitación máximo
Reducción de los niveles de contaminación- ya que la vegetación es capaz de mejorar la calidad del
aire. Según la Asociación Española
de Cubiertas Verdes "un metro
cuadrado de cubierta verde puede filtrar 0,2 kg de polvo en aerosol y
partículas de smog por año".
Creación de nuevos hábitat para la fauna- generando oasis
en medio de los estériles centros de la ciudad
Mejora del paisaje urbano- como solución a la alta densidad de edificación de la
mayoría de las ciudades.
miércoles, 26 de agosto de 2015
La ciencia contemporánea
La ciencia contemporánea
Todos nosotros hemos sido educados en la idea de que la ciencia es la forma de conocimiento del mundo que inevitablemente lleva a descubrir verdades, derribando así el oscurantismo de otras tradiciones basadas en la fe y el dogma. De la misma manera, se nos ha educado para pensar que esta característica de la ciencia proviene de su método de conocimiento, basado en la recolección de datos, formulación de hipótesis y su verificación experimental. Y también se dice que para que la tarea de la ciencia pueda ser llevada a buen término, es necesario que los científicos sean personas objetivas, desprejuiciadas, libres de todo apasionamiento personal (como no sea el del conocimiento mismo) y neutrales.
Así, la ciencia aparece como una actividad privativa de ese tipo de personas, no como una actividad que pueda ser compartida por el conjunto de la sociedad, pues la mayoría de sus integrantes viven una existencia demasiado arraigada en el prejuicio y la ideología como para poder observar a la naturaleza "tal como es".
Por otra parte, la concepción capitalista del mundo, basada en la fragmentación del mismo en partes pequeñas y "esenciales", fomenta un desarrollo científico basado cada vez más en las superespecializaciones. Se supone, según esta concepción, que el mejor científico es aquel que es autoridad indiscutible en una pequeña parte del saber, quedando entonces la comunidad científica dividida en miles de especialistas, tan profundamente conocedores de su área, que nadie que se sitúe fuera de ese pequeño campo será capaz de rebatir sus conclusiones.
Sin embargo, esta forma de desarrollar la ciencia tiene como consecuencia negativa una fragmentación enorme del conocimiento. Los científicos, entre más especializados estén en una mínima fracción del conocimiento del mundo, son poco capaces de comprender gran cosa de lo que se lleva a cabo en áreas que no son la suya; las consecuencias de los descubrimientos en otros campos les son frecuentemente desconocidas, pero lo más importante: la sociedad, que en su mayoría posee un conocimiento superficial de la ciencia y su quehacer, se ve desplazada no sólo del conocimiento científico mismo, sino de las decisiones sobre lo que se debe hacer en ciencia. Esa es tarea exclusiva de los que "entienden" de ciencia, de los pocos seres con esta capacidad de "evadir" los prejuicios e ideologías y comportarse objetiva y neutralmente frente al mundo.
De esta manera se genera una "tiranía del experto". Es a éste, al político y al empresario que lo avalan quienes les corresponde definir las líneas de investigación, las conclusiones y las aplicaciones de los descubrimientos. El resto de la sociedad se encuentra desplazada de esas tareas. De esta manera la ciencia, de ser una actividad que debería llevar la cultura y la comprensión verdadera del mundo, deviene actividad excluyente, elitista y antidemocrática. De actividad crítica, se convierte en dogmática y autoritaria.
Lo anterior es aún más válido en las épocas presentes, en las que un capitalismo en decadencia es cada vez más incapaz de ofrecer satisfactores de larga duración a sectores significativos de la población. La investigación científica en el neoliberalismo está desplazando de sus decisiones a millones y millones de seres que se están viendo negativamente afectados por las decisiones que acerca de ella se están tomando.
Claros ejemplos de esto son la biotecnología y la genómica, cuyos apologistas prometen grandes avances para la humanidad, pero, paradójicamente, desprecian e ignoran las protestas que en todas partes del mundo se están dando, por ejemplo, a la fabricación y comercialización de alimentos transgénicos. De acuerdo con la visión elitista y dictatorial del experto en ciencia, no puede equipararse la opinión de uno de ellos, con la de un campesino que de ciencia no sabe nada y que por tanto no tiene nada que opinar sobre genes, transposiciones, resistencia a antibióticos o síntesis de vitaminas. Al mismo tiempo, situándose como juez y parte, considera deleznable cualquier otra forma de conocimiento tradicional, por ser "no científica" .
Esta manera de hacer ciencia es una característica poco mencionada de los sistemas totalitarios. Una sociedad verdaderamente democrática es, entre otras cosas, una en la cual la población es capaz de comprender lo que es la ciencia, sus teorías y sus conclusiones, no una sociedad en la que 95 por ciento o más de sus integrantes son obligados a aceptar pasivamente las conclusiones de la ciencia, en nombre de un "progreso" del que usualmente nunca disfrutan.
Todos nosotros hemos sido educados en la idea de que la ciencia es la forma de conocimiento del mundo que inevitablemente lleva a descubrir verdades, derribando así el oscurantismo de otras tradiciones basadas en la fe y el dogma. De la misma manera, se nos ha educado para pensar que esta característica de la ciencia proviene de su método de conocimiento, basado en la recolección de datos, formulación de hipótesis y su verificación experimental. Y también se dice que para que la tarea de la ciencia pueda ser llevada a buen término, es necesario que los científicos sean personas objetivas, desprejuiciadas, libres de todo apasionamiento personal (como no sea el del conocimiento mismo) y neutrales.
Así, la ciencia aparece como una actividad privativa de ese tipo de personas, no como una actividad que pueda ser compartida por el conjunto de la sociedad, pues la mayoría de sus integrantes viven una existencia demasiado arraigada en el prejuicio y la ideología como para poder observar a la naturaleza "tal como es".
Por otra parte, la concepción capitalista del mundo, basada en la fragmentación del mismo en partes pequeñas y "esenciales", fomenta un desarrollo científico basado cada vez más en las superespecializaciones. Se supone, según esta concepción, que el mejor científico es aquel que es autoridad indiscutible en una pequeña parte del saber, quedando entonces la comunidad científica dividida en miles de especialistas, tan profundamente conocedores de su área, que nadie que se sitúe fuera de ese pequeño campo será capaz de rebatir sus conclusiones.
Sin embargo, esta forma de desarrollar la ciencia tiene como consecuencia negativa una fragmentación enorme del conocimiento. Los científicos, entre más especializados estén en una mínima fracción del conocimiento del mundo, son poco capaces de comprender gran cosa de lo que se lleva a cabo en áreas que no son la suya; las consecuencias de los descubrimientos en otros campos les son frecuentemente desconocidas, pero lo más importante: la sociedad, que en su mayoría posee un conocimiento superficial de la ciencia y su quehacer, se ve desplazada no sólo del conocimiento científico mismo, sino de las decisiones sobre lo que se debe hacer en ciencia. Esa es tarea exclusiva de los que "entienden" de ciencia, de los pocos seres con esta capacidad de "evadir" los prejuicios e ideologías y comportarse objetiva y neutralmente frente al mundo.
De esta manera se genera una "tiranía del experto". Es a éste, al político y al empresario que lo avalan quienes les corresponde definir las líneas de investigación, las conclusiones y las aplicaciones de los descubrimientos. El resto de la sociedad se encuentra desplazada de esas tareas. De esta manera la ciencia, de ser una actividad que debería llevar la cultura y la comprensión verdadera del mundo, deviene actividad excluyente, elitista y antidemocrática. De actividad crítica, se convierte en dogmática y autoritaria.
Lo anterior es aún más válido en las épocas presentes, en las que un capitalismo en decadencia es cada vez más incapaz de ofrecer satisfactores de larga duración a sectores significativos de la población. La investigación científica en el neoliberalismo está desplazando de sus decisiones a millones y millones de seres que se están viendo negativamente afectados por las decisiones que acerca de ella se están tomando.
Claros ejemplos de esto son la biotecnología y la genómica, cuyos apologistas prometen grandes avances para la humanidad, pero, paradójicamente, desprecian e ignoran las protestas que en todas partes del mundo se están dando, por ejemplo, a la fabricación y comercialización de alimentos transgénicos. De acuerdo con la visión elitista y dictatorial del experto en ciencia, no puede equipararse la opinión de uno de ellos, con la de un campesino que de ciencia no sabe nada y que por tanto no tiene nada que opinar sobre genes, transposiciones, resistencia a antibióticos o síntesis de vitaminas. Al mismo tiempo, situándose como juez y parte, considera deleznable cualquier otra forma de conocimiento tradicional, por ser "no científica" .
Esta manera de hacer ciencia es una característica poco mencionada de los sistemas totalitarios. Una sociedad verdaderamente democrática es, entre otras cosas, una en la cual la población es capaz de comprender lo que es la ciencia, sus teorías y sus conclusiones, no una sociedad en la que 95 por ciento o más de sus integrantes son obligados a aceptar pasivamente las conclusiones de la ciencia, en nombre de un "progreso" del que usualmente nunca disfrutan.
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